La Sinfonía de la Sirena | El Despertar | II

Pilares de la iglesia

–¡La iglesia, hermanos míos, es una luz que brilla en las tinieblas!
¿Por qué alza la voz?, ¿por qué la gente afirma con la cabeza? ¿Escuchan lo que dice?, ¿o reaccionan de forma necia, como quien sigue ordenes sin cuestionárselas? Estas y otras preguntas rondaban su mente al encontrarse frente al altar de la iglesia que custodiaba las cenizas de su padre, quien el próximo enero cumpliría seis años de fallecido. Era julio, día de su aniversario; como todos los años desde la tragedia, visitaba el lugar llevado por su madre. Aquel opulento templo de mármol verde y cantera gris había sido escogido por la viuda de Morrison como alberge para los restos de su marido. Jacob nunca estuvo de acuerdo, entendía de sobra que su padre tampoco lo hubiera querido. Siendo entonces sólo un niño, “incapaz de entender”, no tuvo voz en aquella decisión. No pudo hacer más que lo que había venido haciendo desde entonces: bajar su cabeza y callar, guardar respeto ante “las cosas de Dios”. Era una carga, aquellos lugares le desagradaban, no había un solo recuerdo en sus dieciséis años en el que hubiera visitado un templo por voluntad y lleno de gusto. Sólo el respeto a su madre y a la imagen que se había impuesto de su difunto marido lo mantenían ahí; para honrar la memoria de su padre él conocía otros actos, actos que no eran bien vistos en aquel lugar.

–¡Una luz, hermanos, que ilumina la senda por la que anduvo nuestro salvador! ¡Una senda que lo llevó al sufrimiento! ¡A la agonía! Pero que además de todo, ¡no fue un camino fácil! –los incesantes gritos del cura lo mareaban y el sofocante humo del incienso lo cubría. Le golpeaba de lleno, movido por un brazo invisible que incluso torcía el sonido para concentrarlo en sus oídos. Era como si alguien tratara de derribarlo para callar todos sus pensamientos rebeldes, contrarios a la impecable fe de su madre y los presentes. La impresión en medio de su somnolencia lo hizo concluir en la imagen de un horrible juego de brazos que arrastraban luz hacia una boca ensanchada.
–Y todo esto, hermanos, ¡para salvarnos! ¡Del fuego eterno! ¡Del! ¡Tormento! ¡Eterno!
Mientras el cura remarcaba la última frase, Jacob perdía la lucha contra el desmayo; todo comenzó a volverse tardo. Abrió la boca para quejarse con su madre, pero no consiguió articular más que un entrecortado sonido que fue ahogado por los gritos del cura; cayó, perdiendo el conocimiento.

–Navegante, navegante –decía una voz lejana que aunque sonara dulce y maternal, no parecía del todo propia de una mujer. Lo estaba llamando, pero no por su nombre. Abrió los ojos, la claridad entró poco a poco. Se incorporó, miró a su alrededor, encontró todo cuanto había visto antes de caer: las paredes de cantera, las arañas de luz colgando del techo, los cirios, las velas, el altar… todo; pero no encontró la fuente de aquella voz, ni a su madre, ni cualquier otro ser que hiciera sonido alguno. Aparentemente estaba solo en el lugar y, aunque todo estaba en su sitio, había algo más que le parecía bastante extraño. La iglesia era iluminada por una tenue luz azulada que provenía de todos lados, además era raro que al estar en el duro suelo no lo sintiese frío, sino al contrario, fue cálido y cómodo. Acaso aquella luz lo entibiaba todo; pues no sentía ni pizca de frío a pesar del clima y la ambientación cavernosa del edificio.
–¡Bienvenido, viajero de tiempo y espacio! –encontró la fuente de la voz; frente a él apareció un ser humanoide de estatura considerable, dándole la espalda y mirando hacia el altar. Su aspecto era imponente: no tenía cabello, llevaba una túnica ceñida a la cintura por un esbelto fajo metálico y todo él era rodeado por un resplandeciente anillo de luz, como si el brillo azulado de aquel lugar se concentrara en su figura-. Recuerda esto, navegante: una luz en las tinieblas puede ser una trampa del cazador para atraer a su presa.

–¿Quién eres? ¿Qué es este lugar? –preguntó el muchacho.
–Soy un mensajero –respondió aquel, volviéndose repentinamente. Jacob se estremeció al ver su mirada, era la más penetrante que había visto hasta entonces: una mirada azul, profunda como el océano. Su rostro era curiosamente bello a pesar de su rareza, de facciones delicadas y piel en extremo clara, reflejaba de manera efusiva la luz azulina del entorno. Carecía de nariz, por ello tenía una hinchazón apenas notable en su faz, ausente por completo de fosas nasales; un orificio de forma romboidal, ubicado entre la unión de sus ojos, debía permitirle respirar y quizá algo más. Su cabeza era ovalada y pronunciada hacia atrás, su frente era amplia. A los costados tenía anchos y firmes pliegues de piel, semejantes a aletas, surgiendo detrás de sus mejillas y cubriendo sus oídos.
–Ten calma –dijo sonriente al observar la reacción del muchacho, un par de colmillos brillaron bajo sus pálidos y delgados labios-, pronto sabrás por qué te he traído aquí –luego extendió su mano de sólo cuatro dedos: un pulgar, dos de longitud semejante, y uno más pequeño y delgado; todos con puntiagudas uñas sutilmente lilas. Señalaba el altar, donde el cura había aparecido inmóvil y con la última expresión grabada en la mente de Jacob antes de caer, como una imagen extraída de sus recuerdos. Aquel exclamó en tono burlesco-. ¡Un curioso personaje! ¿No crees? –Volvió a fijar la mirada en Jacob, sólo para verlo estremecerse y bajar la vista por segunda ocasión; decidió ir al grano-. La luz no es señal de un camino concluido viajero, por sí sólo el sufrimiento de un hombre no salvará a nadie; ni siquiera el sacrificio de mil iguales les otorgaría la salvación: esta corre por cuenta propia. La luz tampoco ilumina siempre el camino correcto, abre los ojos de la razón, ve más allá; si te dejas cegar por la luz, no verás el suelo que pisas, ni a donde te llevarán tus pies –hizo una pausa y después continuó con más seriedad-; está iglesia, como muchas otras, refleja el miedo más arraigado del hombre: la muerte y la duda. La Fe es agua para la sed del alma, tranquiliza a los hombres y disipa sus temores. No hay miedo al infierno cuando se cree tener ya un lugar en las alturas; en medio de tanta luz se olvidan que para alcanzar un destino hay que recorrer el camino que llega a él. La vida es una senda traicionera en la que no basta con caminar, sino caminar despierto. Es fácil llegar a un lugar indeseado sin vigilar los pies. Te he traído aquí para advertirte, navegante: la tormenta se asoma en el horizonte; el barco legado por tus ancestros no resistirá las nuevas marejadas. La promesa del paraíso ya ha cegado a muchos, la luz de la bestia brilla con intensidad renovada. Los pilares que la custodian están por caer, se alzará nuevamente pidiendo sangre.
La severidad con que hablaba era imponente, pero el silencio siniestro que acompaño su última frase fue mucho más incómodo para Jacob.
–No entiendo… –balbuceo, esperando escuchar algo más alentador.
–No todas las ovejas siguen al pastor, encuentra tu camino y guía a los tuyos. El tiempo se termina viajero, no puedo decir más por ahora –Extendió su dedo índice, de la punta surgieron ondas, como si tocara el agua. Todo ondulaba, él se doblaba, sentía como si fuera a desmayarse nuevamente. Cayó al suelo… o eso imaginó, no hubo impacto, sino oscuridad-. Sólo te hago una última advertencia –dijo aquella voz, difusa entre su propio eco-: la confusión te morderá con el veneno del olvido, si a algo debes aferrarte para salir a flote, es a tu nombre ¡Nunca olvides tu nombre!

Se encontraba en el frío suelo del templo, su madre le abanicaba el rostro, no entendía lo que ocurría ni tenía idea de cuánto tiempo había pasado. Sus recuerdos no eran claros, pero una frase permanecía latente en su mente, como un eco: “La tormenta se asoma en el horizonte”.


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SoRpReNdEnTe
....
Me kedo sin palabras... esta... pues ya lo dije sorprendente, en verdad tu trabajo es admirable... ilustrame sabio domin omega (jeje xD) en verdad esta muy bueno... una pekeñizima preguntita:
no te molestaria si te hago un poko de publicidad???

adieu
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No me molestaria, al contrario seria de gran ayuda.
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Anónimo dijo...
29 de enero de 2008, 18:19
esto de gverdad esta muy interesante y me gustaria k siguieras publicando + cosas de este tipo ****gracias*****
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Muchas gracias tenlo por seguro.
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Anónimo dijo...
29 de enero de 2008, 19:24
la descripcion del mensajero me hace pensar q es algo asi como un extraterrestre xD...
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hola que tal,
me recomendo este blog alice,
y sorprendente, debo de reconocer que tienes un vocabulacio muy bueno y das unas descripciones fantasticas, sigue asi.

HE tenido una idea para un escrito pequeño y acabo de confirmar algo, lo voy a pensar bien y despues te explico, sigue escribiendo con inspiracion tienes un buen estilo.
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uuuu
Te
FiRmO
gErArU
!!!!

jIjI
xD
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Muy bueno. Me agrade eso de encontrarme en internet a tecnólogos que gusten de escribir y que sean talentosos.
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hola, pues ni te conozco ni me conoces pero Alicia debería estudiar publicidad...
pues hay algunas metáforas? que no me quedaron claras pero soy humana después de todo... como dijo gera tienes buen vocabulario jeje y es bueno espresar las ideas
see u!
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ALE :)
sabes cheche eres super especial la vdd aunke abcs eres muy extraño y kiza un poco torpe me encanta el como escribes la neta me facino... no la acab de leer pero me gusto y tenlo por seguro ke lo terminare de leer ñ_ñ
bye cuidat muxo
xox
osea
x=besos
o=abrazoz
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Anónimo dijo...
7 de marzo de 2008, 17:17
muy buena historia,
bastante real en verdad,
si toda la gente pensara asi, este mundo seria mejor..
lamentablement son pocos.
Sigue asi y llegaras muy lejos, y siendo realistas, no sera pronto, pero nadie consigue tan facil su sueño,con esmero lograras algun dia, q lea tus historias no solo en tu blog...

mis respetos bro!
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A mí tampoco me gusta ir a misa O.o
Quien era ese… ¿era un Alien? ¿Abe Sapiens? ¿El hijo perdido de la civilización maya? (por qué tengo que salir con mis tonterías ¬¬)
Continuaré mañana ;)
Me encanta la intriga que deja este episodio (¿capítulo?), creo que ya le voy agarrando el hilo a la historia ;)
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Esa es una pregunta interesante Gerardo, "¿Quién era ese?" Sólo puedo decirte que no es hijo de una civilización terrestre, es todo lo contrario. El recuerdo de su rostro luminoso permanece escrito en las roídas paredes levantadas por nuestros antepasados. Lo volveremos a encontrar en este camino, entonces nos revelará un poco más sobre su identidad.
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