La Sinfonía de la Sirena | El Despertar | XI

El Despertar

–¡Se bienvenido viajero a este altar de leyendas! ¿Escuchaste alguna vez la melodía que cantan los demonios de la noche? Se testigo nuevamente, recuéstate, escucha y admira:

»Un joven zorro descansa tendido en la hierba, observa fascinado el cielo nocturno. Permanece atento a los ruidos de las sombras; la muerte asecha desde cualquier rincón, ignorar el mínimo rumor es un error que puede pagarse caro.
»“Escucha, hijo del bosque, cómo la noche canta a la vida –susurra el viento al oído del zorro-. Mira la luna danzando en el cielo, envuelta en grises nubes, suaves, como finas sedas cubriendo la desnudez de una dama. La dama de la noche, hijo del bosque, baila para ti al compás de esta sinfonía nocturna; escucha y admira”.

»Cautivado por aquella belleza, el zorro olvida sus precauciones. Se deja embriagar por el encanto de la luna, saboreando aquella sinfonía. Cientos de demonios se esconden entre la maleza, coordinando un ritmo interminable, el vals que acompasa el romance entre la luna y la oscuridad. El cuerpo del zorro es bañado por la pálida luz del astro que deseaba ser madre, seducido, comienza a cantarle, acompañando su coro.

»“¿Qué tan fiel eres a tu dios? –Tienta la voz del viento-. ¿Qué tan lejos irías buscando complacerme?”. “Tan lejos como fuese necesario” Afirma el zorro, dominado por aquel cantar. “¿Llegarías allá, donde la vida surgió? –Cuestiona la voz con severidad-. Bajo el Gran Árbol se oculta un secreto codiciado por dioses, el tiempo de buscar su protección ha llegado. ¡Mi dulce lego! ¿Defenderías eso que te fue otorgado, de las sucias manos de los que del cielo bajaron?”. “¡Reina del cielo, yo soy tu fiel sirviente!” Exclama aullando a la luna.

»“¡Mira tu sombra, hijo del bosque! Mira cómo morirás, siente el paraíso impregnando tu piel, percibe la muerte, sueña con ella. Duerme por ahora acurrucado en mi seno; al despertar, el viaje que ahora has jurado recorrer, comenzará” Dichas palabras hacen vibrar la tierra para penetrar después en el cuerpo del zorro. Cae en un plácido sueño, su muerte le es revelada.

»El sol se eleva en el horizonte. Vagando al amanecer, un cazador se encuentra con el zorro, saltando dichoso en la pradera. “Una vez que pruebas la gloria no desearás otra cosa más que regresar a ella”. El hombre mira con codicia la roja piel del animal, la desea para sí; su deseo lo conduce a darle muerte sólo para apoderarse de aquella parte de su cuerpo. El cadáver del zorro se pudre entre los desperdicios del cazador, mientras que su piel cuelga de la pared, siendo un trofeo más entre aquellos que adornan sus muros. Su suerte estaba echada y él listo para sufrirla; su alma descansa en el seno de la luna, cobijado por la noche eterna.

»El viaje debe continuar. Se alza y cae, una lluvia de plomo sobre el rey del bosque marcará el inicio de una nueva era, la noche previa al alba. Se acerca la hora para despertar, seis años han pasado desde aquella visita de extraños. Seis, siempre seis.
»Amanece en la montaña; sangre, más de una docena de lobos yacen en la nieve, muertos por otro cazador, un frenético cazador al cual las leyes de los hombres tratan de retener. Buscaba un pretexto para hacerse de la ayuda del pueblo y darles muerte. Un joven fue encontrado hecho pedazos en medio del bosque, su madre pena; tal acción fue atribuida a las bestias que ahí habitan, las cuales, pagaron por una falta que no cometieron. La mujer cuya voz hace eco entre los árboles llora sangre una vez más; pero hasta esas lágrimas estaban contadas.
»Su luz permanece, latente con el ritmo de dos corazones distintos. Zorro del sueño, la noche ha quedado atrás. Un resplandor en la lejanía marca el nuevo camino, pon tu pie sobre la tierra del tenaz, el señor cornudo ya descansa bajo las hojas de los tiempos, esperando la redención. Deja atrás el lastre y ve más allá, con una nueva visión. El viaje debe continuar.

»“¿Hasta dónde eres capaz de llegar mi fiel sirviente?” Cuestiona para sí la voz del viento, esta desconoce que su fiel sirviente no se ha librado aún de un huésped que le acompaña en su viaje, en busca del gran árbol.


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