La Sinfonía de la Sirena | El Despertar | XXI

Resaca

Una delgada chica de cabello rubio estaba sentada en un entarimado de madera en el traspatio de un concurrido restaurante campestre de la vieja parte de Grayhills; fumaba un cigarrillo en silencio, mirando pensativamente el hielo y el barro que había bajo un árbol. Sonó el teléfono.
–¿Mamá? –Preguntó preocupadamente al contestar, había visto el número y esperaba con impaciencia aquella llamada-. ¿Cómo sigue?
–Bien, ya estamos en casa; gracias a Dios no fue tan grave –del otro lado, la señora Leafbrown tranquilizaba a su hija mayor desde la oscuridad de su sala.

Cuando Marlene partió a la escuela aquella mañana, su madre le dio un abrazo para despedirla. La cálida sensación de proximidad, aunque efímera, fue intensa como nunca antes. Los nudos de su garganta se desataron:
–Marlee, ¿te gustaría volver a Esperanza, hija? ¿Quisieras volver a casa? –si le hubiera hecho aquella pregunta el día anterior, la chica habría afirmado sin vacilar; pero sólo se quedó callada, pensativa. Edelmira no quiso apresurar la respuesta.
No hubiera podido preguntárselo otro día, tenía miedo, pues le sobraban razones para creer que Marlene deseaba volver con ansias. El ánimo que la mirada de su hija irradiaba le dio la fuerza para afrontar la verdad. De todas formas, ¿cómo podría lograr la felicidad a costa de la miseria de su niña? Aunque no deseara regresar, estaba dispuesta a hacerlo con tal de sacar a Marlene del pozo sin fondo en el que se sumergía sin motivos.
En el calor de sus brazos creyó que volver ya no sería necesario, que la muchacha finalmente dejaría de mirar atrás y le daría oportunidad al porvenir.
Como madre podía experimentar en carne propia los sentimientos de su hija. Por las noches algo le robaba el sueño, como si la inquietud de Marlene saltara al aire para ser aspirada por ella. No soñaba con la costa desconocida sobre la que la mujer de pelo rojo lloraba la muerte de su amado, pero en el silencio de la noche, alcanzaba a experimentar la melancolía que aquella remota imagen inducía en Marlene, sin poder explicarla.
Mientras esa inexplicable sensación persistiera, la pregunta que acababa de hacer continuaría sin responderse.

–¡No tiene sentido! –Se quejó Sara con molestia cuando su madre le habló de esto durante el desayuno-, por fin somos libres mamá, somos independientes ¿Qué le falta a este lugar para hacerte feliz?
–No soy yo, es tu hermana; y no creo que sea por algo aquí, sino por algo que hemos dejado atrás…
–¡¿Atrás?! ¿Qué pudiéramos haber dejado atrás sino una vida de sumisión y sufrimiento?
Esa era la misma pregunta que ella se hacía al contemplar la situación. ¿Qué quedaba en el pasado que causaba tanta añoranza en Marlene? El símbolo era claro y constante: el océano, pero su significado continuaba siendo un enigma.
–¿Por qué ahora mamá? –Preguntó tristemente Sara-; tantos años que sufrí, tratando de amar a un padre que no me reconociera como su hija, y tú jamás diste marcha atrás. Hoy, cuando por fin encontré la felicidad, decides dar la vuelta ante el primer obstáculo. No quiero volver, aunque él ya no esté…
Para su madre, Sara siempre fue una chica equilibrada, fuerte. En realidad guardaba heridas sin sanar, una duda que jamás se manifestara en sus labios por temor a la verdad:
–¿Por qué nunca me quiso? Siempre me miró con recelo; más que indiferencia, parecía sentir odio hacia mí… ¿tenía alguna razón? Mamá, ¿fue él mi padre?
Edelmira guardó silencio. Las lágrimas finalmente se desbordaron de sus parpados. Con labios temblorosos pronunció algo corto; una sensación helada recorrió las entrañas de Sara al escuchar el temido “no”. Incapaz de escuchar o decir más, abandonó el lugar; su madre lloraba en silencio.

El sol ya iba en declive tras la montaña cuando su teléfono sonó por primera vez. Contemplaba la foto de su madre en la pantalla, insegura sobre responder. Finalmente tomó la llamada. Edelmira se encontraba en el hospital, esperando que le permitieran ver a su hija. Después de enterarse del accidente, Sara dio tregua al conflicto que tenía con ella; la preocupación de perder a su hermana hacía que lo otro pareciera cualquier cosa.
Pasaron varias horas antes de que la llamara por segunda vez, fue un alivio saber que Marlene había dejado el hospital, pero su Madre no sonaba tranquila; el corazón de la muchacha se agitaba con estrépito mientras hablaba con ella:
–¿Está muy herida? ¿Está contigo?
–No… está en su habitación, creo que ya duerme… sólo tiene una herida en el brazo… la mayor preocupación del médico fue que hubiera perdido mucha sangre, llegó inconsciente al hospital; pero se recuperó. Ahora está bien… me gustaría decir lo mismo de… –el llanto le cortó la voz-, ¡Ay hija! Esto no ha terminado aún…
–¿Qué ocurre mamá? ¿Qué quieres decir?
–Mañana tenemos una cita en la corte, tu hermana tiene problemas; la otra niña, con la que riñó… está en coma –la señora Leafbrown lloraba al hablar. ¿Cómo habían llegado a tanto? Aún desconocía el estado de su hija cuando el oficial se presentó ante ella. Era inminente que la autoridad tratara de indagar sobre lo sucedido. Edelmira ignoraba totalmente la situación, no sabía qué papel había jugado su hija en aquel evento y el miedo la devastaba. Enterarse de que la otra muchacha se encontraba verdaderamente al filo de la muerte le hacía creer que su hija llevaba las de perder-. Sara, tengo que colgar, necesito dormir; entiendo a Marlene: fue un día realmente agotador.
–Descansa, hablaremos mañana… duerme tranquila, sé que todo estará bien –aun ella, con su reputación de optimista, no podía evitar sentirse angustiada por aquella noticia. Tiró el cigarrillo y subió los pies al entarimado. Abrazaba sus rodillas, mirando perdidamente la luz de la luna reflejada en las montañas.

Escuchó pasos, el viejo suelo de madera chirriaba y crujía. Junto a ella se sentó un hombre, apenas un par de años mayor. Le rodeó con el brazo y le besó la mejilla, acercándose después a sus labios. Sara lo rechazó sin vacilar ni un poco, deseaba aquel calor más que nada, pero su inquietud no le permitía gozarlo. ¿Y si verdaderamente tuvieran que abandonar el lugar? El problema no era regresar a Esperanza, sino dejar lo que había encontrado en su nuevo hogar. Por ahora la prioridad era sacar a Marlene adelante; podía entender a su madre, de alguna forma, algo en el ambiente penetraba directo a su alma, dejando una marca de melancolía, independiente a la preocupación que todo el asunto le causaba.
Aun cuando aquel hombre no se separó de ella, Sara llegó a sentir una extrema soledad aquella noche. Miraba todavía hacia la montaña, y a las estrellas sobre ella que parecían tiritar de frío, y a la pálida luna que ya comenzaba a ser ensombrecida por la tierra. Era como si le faltara el aire, como si de pronto estuviera en un agujero oscuro que cada vez se ennegrecía más.

Kilómetros lejos de donde se encontraba aquella pareja, en dirección a la mirada de Sara, bajo las estrellas temblorosas, justo antes de llegar a las altas montañas, un par de ojos furtivos observan la luz proveniente de Grayhills. Los ojos cafés de un muchacho joven, para muchos todavía un niño. Sostiene un hueso en su mano; con duda y temor sopla a él un nombre ignoto para los hombres, llamando compañía en aquella fría noche de soledad.


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Me estoy leyendo la historia, y la verdad que este capítulo me ha dejado con ganas de más. Ha sido un cierre de cap muy bueno (L).

Tu forma de escribir me fascina, tienes una prosa increíble, y el diseño del blog es, cuanto menos, plausible.

Voy a Twittear el blog a ver si más gente se anima a leerlo ^^.

¡Besos!
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@Seles Muchas gracias, me harías un gran favor divulgándolo. Es muy alentador saber que el trabajo y esfuerzo no fueron en vano. Tu tiempo y opinión son muy valiosos, en verdad estoy muy agradecido.
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Anónimo dijo...
12 de abril de 2012, 21:39
La última parte fue muy buena, pero los diálogos en la primera parte, donde hablan sobre volver a Esperanza... no me lo parecieron tanto. La idea es buena, pero no deja de sonarme como los diálogos de una telenovela, siento que si dedicaras al menos un párrafo a meter al lector en tensión en vez de saltar al conflicto, el efecto cliché aminoraría un poco. Las palabras también, no hacen que me conecte, "sumisión y sufrimiento" como mínimo, son melodramáticas. Si lo hubiera dicho el narrador, sonaría bien, pero hay que ponerse en la piel del personaje, que no todos pueden hablar igual, y hay que ir acordes a su edad (mental y física) y personalidad.
El capítulo me gustó, no me malinterpretes, pero de escritor a escritor, creo que es algo que se puede mejorar todavía más.
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@IslaBlack: Gracias, es muy bueno recibir correcciónes de cuando en cuando, así se sabe cuando se está metiendo la pata.
Este episodio fue modificado bastante de la idea original, moví una parte para otro episodio futuro. Es por los cambios en el tiempo que quizé no complicarlo tanto, pero voy a trabajar en lo que me dices. Ese consejo de la edad de los personajes ya lo había tomado (o tratado de tomar) leyendo un post que dedicaste a ello. Me parece que voy a poner el doble atención de ahora en adelante en esa cuestión.
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