La Sinfonía de la Sirena | El Despertar | XIX

El pacto

Al viento susurro nuestra historia, voz de mis ancestros, hoy por fin hemos alcanzado a nuestro redentor. Un nuevo pacto se ha hecho, un nuevo capítulo comienza. Mi alma danza de gusto en este rincón olvidado.
Los huesos se estremecen bajo la tierra, lo siento en este páramo sin tiempo. Las brumas nublan nuestra mente, pero el deseo continúa impasible: «Cercano es el momento…» dice, «roja es la flecha que apunta hacia destino».

“La celebración de los rostros pintados” así le llaman los altos grises. En aquel entonces aún podía escucharse el rumor del océano, incluso en estas tierras altas. Los centinelas encontraron las huellas de una extraña manada, su aroma incierto los confundía. Permaneció en sus mentes durante el descanso, haciéndolos soñar con tierras lejanas y repletas de bestias desconocidas. Siguieron el rastro hasta dar con aquel grupo forastero.
Se mantenían erguidos, llevaban sobre su cuerpo pieles y colmillos de otros animales, y de sus manos brotaba el fuego: símbolo de la destrucción, el que todo lo consume. ¡Cómo pudimos ignorar la terrible señal! Ellos tenían la misma naturaleza, pero entonces fuimos incapaces de verlo. Su brillo cegó a los centinelas, que volvieron a casa detallando las maravillas vistas.
Eran cazadores de gran potencial, una unión sería benéfica para ambas razas. Fue enviado un embajador, llevaba consigo un tributo para los hombres: la mejor parte de nuestra caza. Volvió al alba con el cuello rodeado por piedras y colmillos, y una gran historia que contar. Esa noche la manada entera fue a visitar a los hombres.
Así lo veo en este túnel del tiempo, “la celebración de los rostros pintados” los altos grises danzaron junto al hombre frente al fuego, sintiéndose uno con él. Comieron y bebieron de sus manos, aspiraron los vapores de las hierbas e infusiones que arrojaban a las llamas y se dejaron pintar el cuerpo con colores fabricados por aquellos seres. Esa fue la nefasta noche en que cometimos la imprudencia de pactar con el hombre.
Aquel grupo continuó su marcha por las tierras de mis ancestros, llevándose consigo a una parte de la manada. Dejaron con nosotros la reliquia que ahora nos encierra, un recuerdo del juramento que hicimos aquella noche. Los altos grises recuerdan con desdén a los traidores. Aquellos que nos abandonaron y se unieron a los hombres fueron los únicos que cumplieron verdaderamente el juramento; nosotros reproducíamos de forma ignorante aquel ritual, esperando su regreso amistoso, pero cuando el hombre volvió no fue el mismo, como tampoco lo fue la herencia de nuestros hermanos que se cobijaba a sus pies.

Me transporto de nuevo al presente con lágrimas en los ojos, aquel hombre amistoso de los tiempos de antaño desapareció junto con la voz del océano y el andar calmoso de la señora del bosque en los amaneceres. Hoy sólo quedan sombras entre los pilares de esta catedral antigua. La tierra tiene sed de venganza.
Sabemos que algo viene, lo sentimos como una energía creciente, un ánimo que nos invade. En el oscuro puente que ahora nos encierra, en este mundo sin nombre y sin tiempo, conocimos nuestra verdad, vimos nuestra muerte, supimos el porqué. Seguimos al Zorro con la esperanza de redención. Debemos buscar la forma de separar lo que unimos antes, una nueva coalición podrá ayudarnos. Puede olerse algo en el aire: hay un susurro nuevo… o un susurro que tenía siglos callando; ¿lo puedes sentir, viajero?

Corríamos, como con la presa deseada sentí en él la admiración por el oponente. Dos veces cayó, la primera decidimos esperar: estaba frente a un hombre que nuestro instinto llamó a temer. El viento que nos guiaba se calmó frente a él, esperamos observando tras los árboles. Creímos escuchar una voz conocida; frente a nosotros surgió una espantosa revelación.
Miró al suelo, su rostro se ensombreció; un fantasma terrible y desconcertante se manifestó ante nosotros. Los altos grises nos advierten, la sombra azul que sigue a nuestro redentor es señal de precaución; habrá que cuidar a dónde guiará nuestros pasos.

Zorro es perseguido por las sombras de su pasado, los ángeles susurran a sus oídos los recuerdos, los ángeles de ojos azules, los ángeles que habitan tras el Muro de Vidrio; los altos grises nos advierten.
El rumor de un recuerdo y el aura noble que rodeaba aquella figura humana aumentaron, como un repentino suspiro que oprime el corazón, para después desvanecerse. Realmente nos sentimos cercanos a nuestra madre y eso reanimó nuestras esperanzas; el plan continuó en pie: seguimos al zorro. No pudimos retener más nuestro deseo, derribamos al hombre con el viento que nos obedece y perseguimos a nuestro redentor en aquel juego divino de la presa y el cazador.
La segunda vez que cayó fue nuestro, le revelamos nuestra verdad, le otorgamos nuestro perdón: Zorro es ahora nuestro guía y yo, Seneél, me he convertido en el heraldo de mi manada. Mi mandato ha terminado, no soy más alfa.

Zorro nos guiará al lugar adecuado, un nuevo pacto está hecho. El viaje aguarda al frente, mas los altos grises no dejan de advertirnos: habrá que abrir los ojos.


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Anónimo dijo...
15 de marzo de 2012, 15:13
Cielos, me encanta cuando haces que sea un animal el narrador. Simplemente... wow, es como si viera todo a través de sus ojos y el lenguaje que utilizan es perfecto, puedo ver una raza antigua, que lleva más tiempo habitando éste mundo que nosotros. Maravilloso. Y las imágenes de cada capítulo son muy buenas también.
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@IslaBlack Me gusta hacer eso, escribir desde el punto de vista de un personaje, y qué mejor si el personaje no tiene nuestra naturaleza. Solo que, no sé qué tan conveniente sea al final, pues siento que corta la narrativa que lleva la historia en tercera persona. Es bueno saber que agrada y no desagrada como llegué a pensar, pues es la idea que tenía cuando comenzé el proyecto: una visión cambiante que se pueda superponer a nuestra visión humana de las cosas; ahora tengo más esperanza de que pueda triunfar. Gracias por todo.
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